Saturday, March 22, 2008

Señales silentes

La piña está agria, la nube no tiene agua, las vacas están flacas y yo estoy esperando una señal que me diga que sí, no otra. Otras las recibo todo el tiempo. Mensajitos del cielo con una vocecita chillona. Como si aquellos papelitos amarillos auto colantes se pegaran a cada resquicio de mi vida para hacerme recordatorios incómodos. Por ejemplo, en la puerta del ómnibus uno dice no tienes tarjeta de ómnibus porque no tienes CPF. A ver si encuentras 2,10 reais. O los bancos, que siempre tienen uno en la puerta que pone usted no puede tener cuenta aquí. Hay uno navegando dentro de mi bolsa que dice no tienes dinero. Y cuando abro la nevera otro anuncia esto debería ser una sándwich medianoche con un quesito, pero son lentejas de ayer. Y claro, en la puerta de mi casa, cuando salgo o cuando regreso, el peor de todos. Lee estás sola.

Sentada en el balcón con las piernas cruzadas en bajo de la bombilla roja que los vecinos quieren que quite, espero una señal. La señal debe venir con una pequeña maletita negra de vinyl llena de papeles de colores, espejuelos, tijeritas, botones y bombones de menta. Ella va a pedir permiso para sentarse y, fumando tabaco en la mecedora, me va a comentar sobre el calor de las últimas tardes del verano.

La señal me ofrece cortésmente un bombón de menta de listas blancas y rojas envuelto en un papelito plateado de celofán que pone en el reverso todo lo que es bueno dura el tiempo necesario para ser inolvidable. Lo pone en otro idioma. Yo me como el bombón y me quedo pensando, con el papelito en la mano.

Cuando me pongo a pensar me imagino siete niñas llorando sentadas a la orilla de un río, todas de vestidos y cabellos largos. Creo que lloran algo que se ha llevado la corriente, que podría ser una cabra, un puñado de alfileres, o una octava niña menor. Y sufro, porque la escena que me imagino es muy cruel y está a punto de caer el sereno y de nacer la luna.

Ya es hora de retirarse, dice la señal. Apaga el cigarro en el cenicero, se levanta y se pone el sombrero. Baja las escaleras que dan a la calle y se va con su maletita negra en la mano. Yo antes de cerrar la puerta, me quedo un poco más allí, y dejo que mis pulmones se llenen de aire de crepúsculo y polvo, y aprieto en la mano el olor de la menta.

2 comments:

toto scurraby said...

profundas respiraciones
esa imagen ahi en el marco
queriendo capturar lo ultimo
me gusto .otro dia si queres te paso el msn asi charlamos.beso

EmmaPeel said...

Como a Toto, me gustó mucho doña

Saludos!