Tu voz, tu voz, tu voz
tu voz existe.
Tu voz, tu dulce voz,
tu voz persiste.
Anida en el jardín
de lo soñado.
Inútil es decir que te he olvidado.
-Francesca Ancarola
En las malas no se puede hablar con nadie. No se puede ni siquiera llamar, pagar la cuenta del teléfono. Por eso a veces las personas se quedan incomunicadas. Falta de dinero, lo básico. Y cuando alguien habla sobre amor de madre, se refiere a las llamadas a cobrar. Quien más si no tu madre está dispuesto a pagar por hablar contigo. Sumo en la piscina de la soledad con cabellos que me flotan como algas al nivel de las orejas. Todas las palabras que me llegan, me llegan a través del agua y tienen ese sonido del glu glu glu característico de una mala conexión, típico de las sentencias cortas del MSN.
Por eso, cuando suena el teléfono y contesto, y es la voz ahuecada y húmeda de mi ex marido comienzan a trepar las hiedras en todas direcciones y se multiplican los coquíes. (Para quien no lo sabe, un coquí es una rana del tamaño de un medio peso en la palma de la mano. Habita grandes hojas verdes, bañeras y piletas y es escurridizo y frío como un cubito de hielo. Lo más especial del coquí es que canta toda la noche como un pájaro desvelado y que es exclusivamente, como yo, una criatura de isla.) Cuando escucho su voz después de medio año muda, es como si me llamara la casa.
Escogí recoger, de entre los recuerdos que estaban en el armario de la memoria, nuestra primera noche juntos. Los dos nos bajamos de nuestros autos compactos frente a la entonces mi casa. En el medio de una calle desierta y oscura, cuando en realidad ya era el día de mañana y no la noche de anoche, le lamí la cara de un solo lenguetazo de arriba abajo. Creo que lo interpretó como una invitación. Subió las escaleras y nunca mas se fue. Es decir, nunca mas se fue, hasta el día que cada uno agarró su propio vapor, tranvía, o medio de transportación menos poético hacia su respectiva nada.
Yo, antes de él, existía a media luz. Yo, antes de él, tenía todavía partes de mi cuerpo que se podían considerar vírgenes. Entre ellas, el cerebro.
Me enamore como todas las niñas con complejo de Electra se enamoran, con una fecha de expiración predeterminada; la fecha de mi propio nacimiento. Y al nacer, una vez más, fui separada de mi padre. Así de extraños son los paralelismos perversos.
No reniego mi maternidad, mi acción paridora de ventoleras y brisitas tropicales. Ricardo y yo nos parimos. Quiero decir: Ricardo y yo nos parí. Pero hay verbos que no se pueden conjugar. Hay cosas que no se pueden explicar.
tu voz existe.
Tu voz, tu dulce voz,
tu voz persiste.
Anida en el jardín
de lo soñado.
Inútil es decir que te he olvidado.
-Francesca Ancarola
En las malas no se puede hablar con nadie. No se puede ni siquiera llamar, pagar la cuenta del teléfono. Por eso a veces las personas se quedan incomunicadas. Falta de dinero, lo básico. Y cuando alguien habla sobre amor de madre, se refiere a las llamadas a cobrar. Quien más si no tu madre está dispuesto a pagar por hablar contigo. Sumo en la piscina de la soledad con cabellos que me flotan como algas al nivel de las orejas. Todas las palabras que me llegan, me llegan a través del agua y tienen ese sonido del glu glu glu característico de una mala conexión, típico de las sentencias cortas del MSN.
Por eso, cuando suena el teléfono y contesto, y es la voz ahuecada y húmeda de mi ex marido comienzan a trepar las hiedras en todas direcciones y se multiplican los coquíes. (Para quien no lo sabe, un coquí es una rana del tamaño de un medio peso en la palma de la mano. Habita grandes hojas verdes, bañeras y piletas y es escurridizo y frío como un cubito de hielo. Lo más especial del coquí es que canta toda la noche como un pájaro desvelado y que es exclusivamente, como yo, una criatura de isla.) Cuando escucho su voz después de medio año muda, es como si me llamara la casa.
Escogí recoger, de entre los recuerdos que estaban en el armario de la memoria, nuestra primera noche juntos. Los dos nos bajamos de nuestros autos compactos frente a la entonces mi casa. En el medio de una calle desierta y oscura, cuando en realidad ya era el día de mañana y no la noche de anoche, le lamí la cara de un solo lenguetazo de arriba abajo. Creo que lo interpretó como una invitación. Subió las escaleras y nunca mas se fue. Es decir, nunca mas se fue, hasta el día que cada uno agarró su propio vapor, tranvía, o medio de transportación menos poético hacia su respectiva nada.
Yo, antes de él, existía a media luz. Yo, antes de él, tenía todavía partes de mi cuerpo que se podían considerar vírgenes. Entre ellas, el cerebro.
Me enamore como todas las niñas con complejo de Electra se enamoran, con una fecha de expiración predeterminada; la fecha de mi propio nacimiento. Y al nacer, una vez más, fui separada de mi padre. Así de extraños son los paralelismos perversos.
No reniego mi maternidad, mi acción paridora de ventoleras y brisitas tropicales. Ricardo y yo nos parimos. Quiero decir: Ricardo y yo nos parí. Pero hay verbos que no se pueden conjugar. Hay cosas que no se pueden explicar.
3 comments:
el moño, quieres decir. o ana sal fue novia de ese nombre con r? oye bella nos acompañamos en la soledad aqui. besos
me encanto el texto.
Lupe
ningún sicoterapeuta me pudo haber explicado todas las cosas que me acabas de explicar sin querer. gracias! Cuando escucho su voz después de medio año muda, es como si me llamara la casa. auch, nunca había entrado a tu blog, de hoy en adelante visitaré más a menudo, me puedes visitar: siemprejueves.blogspot.com
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