Thursday, December 6, 2007

Identidades alternas

“Déjame atravesar el viento sin documentos
que lo haré por el tiempo que tuvimos.”

-Los Rodríguez


Si alguem casara conmigo, yo ganharía uma carteira de indentidade, quem sabe si uma carteira de trabalho, quem sabe si então e consiguiria alugar um filme, quem sabe si fico ou não. Creo que mi rostro ya es familiar en Porto Alegre, por lo menos para el panadero, la cajera del supermercado, los vecinos, la galera. A veces, comoquiera, tengo identidades alternas.

Digamos que meu chefe prefiere imaginar que nos conocimos en Londres mientras él comía embutidos con pan duro y yo hacía estudios de posgrado. Fue entonces cuando ele ganhou aquelas cicatrices que tem nas muñecas, ahí donde se junta el brazo con la mano. Dos surcos profundos como de navaja, mal costurados en unas manos sin uñas. Namoramos durante algun tiempo, parece. Eso dice él. Yo no lo recuerdo. Nunca estuve en Londres.

Apareció, también, un palito en el interruptor de luz del corridor de meu predio. La coitadinha mal comida da minha vezinha, deduce que los culpables são aqueles dois cabeludos maconheiros do terceiro andar e a vagabunda urugaia que mora con eles. Es fácil adivinar lo que dice una vecina cuando se te cae un pieza de ropa que tenías pendurada y va a parar a su patio trasero. No le gustan las visitas, ni los cabeludos, ni los maconheiros, ni las vagabundas, ni las uruguaias.

Ahora, a Matos le faltan a penas horas, un conjunto de muchos minutos, una cantidad considerable de segundos, para abandonar Porto Alegre, the enloqueceted brothers, the enloqueceted sister y Meia-noite, la recuperada. Anoche lo despedíamos de nuevo, como desde hace una semana. Carne, más carne, cerveza, un alemán y yo, la única chica. Cuando llego a la cocina tinham uma galera e um cara de costas, cortando a batata que explicaba “...a argentina, namorada do paraíba...”. Todo lo que yo no soy.

En Marruecos, me hablaban árabe mujeres con los ojos pintados de kohl. En París, los viejitos paraban a pedirme direcciones. En México, me llamaban güerita en el mercado público. Y es como si mi cara pecosa y sardienta fuera un facsímil irrazonable de cualquier cosa. Y yo no nací en el Sur, y nunca tinha conhecido estas terras, y, desde mi subjetividad, tampoco nací en América Central. Nunca se me ocurrió definirme a partir de la tierra, yo siempre me había ubicado en el mar y me achaba criatura de ilha.

Aquella noche

La mamá de Medianoche tomaba una copa de vino. La mamá de Medianoche fumaba um bek. La mamá de Medianoche se despedía. La mamá de Medianoche no pensaba en Medianoche cuando veía por la ventana caer rayos, truenos, centellas y litros y litros de agua, como si de repente el mar su hubiese invertido.

Stanis preguntó por la niña de nariz mojada y pupilas negras, si se mojaba, si tenía miedo, allá atrás, en la terraza. Stanis ni siquiera era muito chegado con ela. Stanis preguntó y la mamá de Medianoche sorbió el vino de su copa verde y él llamó la lluvia de furacão y la convenció de guarecer la niña en el cuarto de servicio.

La mamá de Medianoche llegó a la terraza y vió una inundación. Vió la cajita de Marlboro Light y dijo, Ven, minha filha. Vamos sair daquí. Y cuando se agachó para agarrarla Upa, la caixinha estaba vacía. “Alguem vio Meia-noite?” dijo Biel con cara de pocos amigos. La puerta de la cocina estaba abierta.

La mamá de Medianoche salió inmediatamente a inspeccionar cada andar del predio por si Medianoche había ido a casa del vecino, por si lloraba en la escalera. Nada. La mamá de Medianoche se asomó a la calle y sólo vio oscuridad y lluvia. Entonces regresó al terceiro andar. Matos e Ieu batían um papo en la sacada, ajenos. Medianoche no está, interrumpió. Se perdió. Desapareció.

Stanis se mojaba afuera caminando la Lopo Gonçalves de arriba a abajo, silbando. Matos e Ieu también. La mamá de Medianoche también. En la esquina, como en todas las esquinas de Porto Alegre, un maluco desafiaba la cordura y el agua. Fue él que apuntó en la dirección correcta. La mamá de Medinoche lembro de la Travessa dos Venezianos al pasar la bocacalle. Ella dijo: aquí tiene que estar.

Y allí fue que la mamá de Medianoche encontró a Medianoche debajo de un carro, apavorada, do mesmo jeito que aquele primeiro día. Y la menina que fica con duas orelhas cuando Chuc se lo pide, regresó a casa y mora en la sacada y caga y come y me hace feliz.

Monday, December 3, 2007