- para Lupe
Que bueno es tener un lugar para cada cosa, que a las plantas les vaya bien, que Medianoche mude los dientes. Que bueno es pintarse las uñas. Así es cuando se aparecen tocando a tu puerta las cosas todos los días. Cuando las recibes y se sientan en la hamaca y les llegas a colar café. Puede ser delicioso.
He descubierto que en el espejo quebrado me veo con tres caras. Y una cara me ve como siempre, con las pecas en el mismo lugar. Y una cara se sorprende al verme los ojos más negros. Y la otra cara desvía la mirada.
Los sartenes de la cocina también me miran a la cara y yo imagino que de cada gaveta, sale un tenedor, una cafetera rosa, un salero y bailan la coreografía de un vals cada vez que yo me ausento. (Como lo vi en los muñequitos tantas veces.) Y cuando yo llego, todo el mundo toma su lugar volando y pone cara de serio. Y es ahí que yo les quemo el culo en el fuego y los hago atravesar tomates.
Y cuando viene una visita le muestro los progresos de la albahaca y también se sientan en la hamaca y también beben café, como los objetos. Es ahí que interviene la música y el vals se convierte en salsa, o en alguna otra cosa que me traiga saudades, que puede ser hasta bachata o Chava Flores, porque México no pudo ser.
Y todos tienen nombre, cada uno de ellos, y todos son un personaje. Y todos tienen sus historias, y la licuadora se me ha caído dos veces y perdió el brazo, pero todavía funciona. Y en el baño, lo que es una zapatera, alberga jabones como pastillas de colores y todo huele a limpio, a ventanas abiertas.
Son mis amigos, que hablan portugués y a veces me sorprenden y descubro que hablan español, y que tocan la guitarra y que hacen nudos de marinero.
He descubierto que en el espejo quebrado me veo con tres caras. Y una cara me ve como siempre, con las pecas en el mismo lugar. Y una cara se sorprende al verme los ojos más negros. Y la otra cara desvía la mirada.
Los sartenes de la cocina también me miran a la cara y yo imagino que de cada gaveta, sale un tenedor, una cafetera rosa, un salero y bailan la coreografía de un vals cada vez que yo me ausento. (Como lo vi en los muñequitos tantas veces.) Y cuando yo llego, todo el mundo toma su lugar volando y pone cara de serio. Y es ahí que yo les quemo el culo en el fuego y los hago atravesar tomates.
Y cuando viene una visita le muestro los progresos de la albahaca y también se sientan en la hamaca y también beben café, como los objetos. Es ahí que interviene la música y el vals se convierte en salsa, o en alguna otra cosa que me traiga saudades, que puede ser hasta bachata o Chava Flores, porque México no pudo ser.
Y todos tienen nombre, cada uno de ellos, y todos son un personaje. Y todos tienen sus historias, y la licuadora se me ha caído dos veces y perdió el brazo, pero todavía funciona. Y en el baño, lo que es una zapatera, alberga jabones como pastillas de colores y todo huele a limpio, a ventanas abiertas.
Son mis amigos, que hablan portugués y a veces me sorprenden y descubro que hablan español, y que tocan la guitarra y que hacen nudos de marinero.
2 comments:
Avanti, minina!
Ya espero la proxima parte.
Você vê y ouve cosas que la mayoria de la gente non oube nim ve mais.
Mande mais coisas tuas para mio mail: douglasdiegues@gmail.com
De repente te editamos também en Paraguaylândia!
Precioso, recien hoy lo leo,
Lupe
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