Wednesday, January 9, 2008

Siempre como si fueran dos

A veces como si fueran cuatro, como los cuatro personajes de esta historia. Ana Sal, Mila, Stanis, Matos, como si no se hubieran conocido por una serie de eventualidades que los hicieron darse cita, desde los cuatro puntos cardinales, en aquel centro del universo, el sol. Por eso lo persiguieron desde que llegaron.

Uno a uno fueron posando las maletas. Primero voló Matos hasta el nido. Luego Stanis y Ana Sal trasladaron hasta allí su extraña kinestesia. Eso fue antes de que llegara Mila. Aquel primer día era como en aquella novela que calienta el corazón y el vientre bajo como un horno calienta una galletita. El principito. Le petit prince. Y ellos tres, en su planeta, movían la silla persiguiendo el sol.

La primera vez, se lo encontraron en el río, ahogándose, y como en aquel cuento de la chica que persigue el conejo, Alicia en el país de las maravillas, fumaron especies que los hacían encogerse ante el mundo. Como si la casa fuera demasiado grande, como si de repente todas las flores cantaran. Poco más tarde se lo encontraron de nuevo y era como si naciera allí en el punto más oriental de América, al otro lado de África. La última vez que lo vieron, se reflejaba pálido en la luna llena. Se los juro.

Obedecieron a las señales cósmicas y después de buscar a Mila, partieron, aprovechando la buena estrella. Como en los momentos precisos. Como si fuera siempre medianoche. Siempre como si fueran dos: éste y el otro.

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