Sapeca es una palabra que yo no sé lo que quiere decir, pero debe ser algo así como sabijonda, una palabra que a Luz le encanta. Eso es lo que es Medianoche, según la opinión bastante generalizada de los transeúntes de Cidade Baixa y los visitantes de Redenção, los fines de semana, cuando le entra el ataque de locura lúcida y trae medias, una flauta dulce o le roba los juguetes a otros perros. También me trae amigos que se encuentra a veces y como es una cadelinha bilingüe, me los trae hispanoparlantes, sin camisa y de dreads. Para tener cuatro patas tiene una puntería asombrosa. Esa contrallá es Medianoche ahora y la otra, la que toma siestas con la cabecita apoyada en mi teta.
Matos, Ieu, Sol, Luana, Chuc, Biel y hasta Tió hacen apariciones esporádicas de segunda a sesta y los finales de semana. Me ocupan los días y los rincones de este enorme apartamento vacío, donde no puedo dejar de encontrármelos como mecheros, changas, garrafas vacías de cerveza o libros. Todo está bien con unos cuantos reais a menos. Leo y a veces consigo escribir. Trabajo, como, duermo, riego las plantas.
Visitas vienen. Viene Ángela en la última mitad de Janeiro. Viene con un pote de adobo en la maleta, estoy segura. Y yo quiero que venga. Quiero que venga tanto. Quiero tanto ese pote de adobo. La quiero tanto a ella. Pero me intimida, lo confieso. Me intimida porque se que Ángela no podrá evitar recordarme que duermo en el piso, que el humo debilita mis pulmones, que olvido mi lengua y todas esas otras cosas que sólo Ángela percibe y que sólo a Ángela le importan. Ella ve a venir y me va a recordar todas las cosas que hecho de menos, que no se bien cuales son. A veces son como el mofongo, que podría recrear si supiera como se dice plátano en portugués y entonces lo podría encargar en el mercado público. Pero no sé. A veces son como el agua salada, como el universo azul donde vuelvo a ser partícula, gota, diminuta isla flotante. Y a veces, últimamente, es a Pedro a quien extraño, aunque ni yo misma se por qué.
Matos, Ieu, Sol, Luana, Chuc, Biel y hasta Tió hacen apariciones esporádicas de segunda a sesta y los finales de semana. Me ocupan los días y los rincones de este enorme apartamento vacío, donde no puedo dejar de encontrármelos como mecheros, changas, garrafas vacías de cerveza o libros. Todo está bien con unos cuantos reais a menos. Leo y a veces consigo escribir. Trabajo, como, duermo, riego las plantas.
Visitas vienen. Viene Ángela en la última mitad de Janeiro. Viene con un pote de adobo en la maleta, estoy segura. Y yo quiero que venga. Quiero que venga tanto. Quiero tanto ese pote de adobo. La quiero tanto a ella. Pero me intimida, lo confieso. Me intimida porque se que Ángela no podrá evitar recordarme que duermo en el piso, que el humo debilita mis pulmones, que olvido mi lengua y todas esas otras cosas que sólo Ángela percibe y que sólo a Ángela le importan. Ella ve a venir y me va a recordar todas las cosas que hecho de menos, que no se bien cuales son. A veces son como el mofongo, que podría recrear si supiera como se dice plátano en portugués y entonces lo podría encargar en el mercado público. Pero no sé. A veces son como el agua salada, como el universo azul donde vuelvo a ser partícula, gota, diminuta isla flotante. Y a veces, últimamente, es a Pedro a quien extraño, aunque ni yo misma se por qué.
1 comment:
hay, te tengo prendía al coração eu vou conseguir como dizer plãtano pra voce banana verde, platão grande e forte para nois. voce tente menina que vai encontrar...
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