Sunday, June 22, 2008

Cero arrepentimientos

Esta semana de luminosos valses de Chopin me la he pasado hacienda cajas, trazando mapas y despidiéndome de este espacio claroscuro que habito hace un año. Considero volver, sus esquinas, la lluvia y los paraguas, y pienso si alguna vez tendré de nuevo un cuarto con un balcón como el de Julieta. Estoy tratando de quemar todos los inciensos antes de irme, aunque el cuarto y la azotea se me llenen de humo, se me entupan un poco los pensamientos, quizás. Y con esa bruma verde en mi cabeza, de marihuana y perfume, recordar mis últimos días aquí.

Y parece ser una conjunción sumamente atrevida que siempre va en aumento. Ella tiene por obligación que siempre acrecentarse. Y los viajes, por ejemplo siempre implica el quiebre y el comienzo, pero también la continuidad. Argentina puede ser un lindo lugar, si ella quiere. Yo estoy dispuesta. Y ¿Argentina que será....?

Es increíble cuán poco tengo que dejar en Porto Alegre, cuán poco que es una fortuna cosechada con muchísimos trabajos. Pero además de los muebles y las plantas, no tengo a nadie quien dejar. Vendrán personas y me darán un abrazo, sí; me desearán suerte, pero no siento la despedida.

Excepto por uno. Una despedida sí me dio pena. Y es que Tió siempre fue uno de mis personajes favoritos. Juntos somos capaces de beber tanta cerveza y de hablar horas en español. Pronto me re-encontraré con la lengua, la mía, no la de Tío que tristemente no veré más. Cuando lo vuelva a ver, le dije, de ahora en adelante vamos a ser lenguas separadas, aunque yo regrese aquí. Nos ha dado pena a los dos, con los ojos cerrados, palpando la piel.

Siempre lamentaré también no haber conocido Ipanema, no haberme quedado con Media Noche, no haberle quitado a Lucas, mientras pude, la cama. Si total, él no la usaba. Ahora, de regalo de despedida, como último guiño burlón, Porto Alegre me ha regalado una cama.

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