“Déjame atravesar el viento sin documentos
que lo haré por el tiempo que tuvimos.”
-Los Rodríguez
Si alguem casara conmigo, yo ganharía uma carteira de indentidade, quem sabe si uma carteira de trabalho, quem sabe si então e consiguiria alugar um filme, quem sabe si fico ou não. Creo que mi rostro ya es familiar en Porto Alegre, por lo menos para el panadero, la cajera del supermercado, los vecinos, la galera. A veces, comoquiera, tengo identidades alternas.
Digamos que meu chefe prefiere imaginar que nos conocimos en Londres mientras él comía embutidos con pan duro y yo hacía estudios de posgrado. Fue entonces cuando ele ganhou aquelas cicatrices que tem nas muñecas, ahí donde se junta el brazo con la mano. Dos surcos profundos como de navaja, mal costurados en unas manos sin uñas. Namoramos durante algun tiempo, parece. Eso dice él. Yo no lo recuerdo. Nunca estuve en Londres.
Apareció, también, un palito en el interruptor de luz del corridor de meu predio. La coitadinha mal comida da minha vezinha, deduce que los culpables são aqueles dois cabeludos maconheiros do terceiro andar e a vagabunda urugaia que mora con eles. Es fácil adivinar lo que dice una vecina cuando se te cae un pieza de ropa que tenías pendurada y va a parar a su patio trasero. No le gustan las visitas, ni los cabeludos, ni los maconheiros, ni las vagabundas, ni las uruguaias.
Ahora, a Matos le faltan a penas horas, un conjunto de muchos minutos, una cantidad considerable de segundos, para abandonar Porto Alegre, the enloqueceted brothers, the enloqueceted sister y Meia-noite, la recuperada. Anoche lo despedíamos de nuevo, como desde hace una semana. Carne, más carne, cerveza, un alemán y yo, la única chica. Cuando llego a la cocina tinham uma galera e um cara de costas, cortando a batata que explicaba “...a argentina, namorada do paraíba...”. Todo lo que yo no soy.
En Marruecos, me hablaban árabe mujeres con los ojos pintados de kohl. En París, los viejitos paraban a pedirme direcciones. En México, me llamaban güerita en el mercado público. Y es como si mi cara pecosa y sardienta fuera un facsímil irrazonable de cualquier cosa. Y yo no nací en el Sur, y nunca tinha conhecido estas terras, y, desde mi subjetividad, tampoco nací en América Central. Nunca se me ocurrió definirme a partir de la tierra, yo siempre me había ubicado en el mar y me achaba criatura de ilha.
que lo haré por el tiempo que tuvimos.”
-Los Rodríguez
Si alguem casara conmigo, yo ganharía uma carteira de indentidade, quem sabe si uma carteira de trabalho, quem sabe si então e consiguiria alugar um filme, quem sabe si fico ou não. Creo que mi rostro ya es familiar en Porto Alegre, por lo menos para el panadero, la cajera del supermercado, los vecinos, la galera. A veces, comoquiera, tengo identidades alternas.
Digamos que meu chefe prefiere imaginar que nos conocimos en Londres mientras él comía embutidos con pan duro y yo hacía estudios de posgrado. Fue entonces cuando ele ganhou aquelas cicatrices que tem nas muñecas, ahí donde se junta el brazo con la mano. Dos surcos profundos como de navaja, mal costurados en unas manos sin uñas. Namoramos durante algun tiempo, parece. Eso dice él. Yo no lo recuerdo. Nunca estuve en Londres.
Apareció, también, un palito en el interruptor de luz del corridor de meu predio. La coitadinha mal comida da minha vezinha, deduce que los culpables são aqueles dois cabeludos maconheiros do terceiro andar e a vagabunda urugaia que mora con eles. Es fácil adivinar lo que dice una vecina cuando se te cae un pieza de ropa que tenías pendurada y va a parar a su patio trasero. No le gustan las visitas, ni los cabeludos, ni los maconheiros, ni las vagabundas, ni las uruguaias.
Ahora, a Matos le faltan a penas horas, un conjunto de muchos minutos, una cantidad considerable de segundos, para abandonar Porto Alegre, the enloqueceted brothers, the enloqueceted sister y Meia-noite, la recuperada. Anoche lo despedíamos de nuevo, como desde hace una semana. Carne, más carne, cerveza, un alemán y yo, la única chica. Cuando llego a la cocina tinham uma galera e um cara de costas, cortando a batata que explicaba “...a argentina, namorada do paraíba...”. Todo lo que yo no soy.
En Marruecos, me hablaban árabe mujeres con los ojos pintados de kohl. En París, los viejitos paraban a pedirme direcciones. En México, me llamaban güerita en el mercado público. Y es como si mi cara pecosa y sardienta fuera un facsímil irrazonable de cualquier cosa. Y yo no nací en el Sur, y nunca tinha conhecido estas terras, y, desde mi subjetividad, tampoco nací en América Central. Nunca se me ocurrió definirme a partir de la tierra, yo siempre me había ubicado en el mar y me achaba criatura de ilha.